Nuestra esperanza tiene un nombre: Jesucristo. Hacia a Él caminamos, en Él nos inspiramos, su propuesta es nuestra hoja de ruta hacia la esperanza que no defrauda. De esto también está convencido Don Bosco desde el inicio de toda su obra: “Esta sociedad comenzó siendo una simple catequesis” nos recuerda al hablar de los comienzos de la Congregación y de toda la Familia Salesiana. En medio de todo proceso educativo, todos y en todas las ocasiones estamos llamados a ser educadores de la fe, anunciadores de la persona de Jesús y su proyecto plasmado en el Reino de Dios.
Por eso, como Don Bosco, caminamos con los jóvenes para promover nuestro encuentro con la persona de Jesús y su Evangelio, nos entusiasmamos con los valores que nos propone y reafirmamos día a día nuestra identidad de discípulos y misioneros.
En este quinto día de la novena, queremos volver a Jesús, a su estilo, a su propuesta, a su proyecto vital de hacer que toda persona reconozca su dignidad esencial de hija e hijo de Dios y viva en consecuencia. El proyecto de vivificar nuestra sociedad desde el reconocimiento samaritano del otro, desde la amistad universal, desde el sueño de un mundo en el que quepan todos los mundos posibles, especialmente los más desplazados.
Un mundo en el que la ley suprema sea la del amor y las bienaventuranzas, donde el protocolo más importante sea el de Mateo 25 (tuve hambre y me diste de comer…), donde todas y todos –en fin– realicemos el sueño de Dios. Todo esto, porque queremos asumir una evangelización plenamente encarnada y, también, porque estamos…
¡Anclados en la Esperanza!
ORACIÓN:
Dios Salvador, que enviaste a tu Hijo para rescatarnos, haz que, a ejemplo de Don Bosco,
hagamos de la evangelización y la educación el aspecto central de nuestra misión,
para que sepamos testimoniar el Evangelio y sus riquezas insondables y para que caminemos, junto con los jóvenes,
al encuentro de Cristo, nuestra esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
• Ponemos una intención especial por los educadores, familias y estudiantes, que sean auténticos testigos de la fe.