28

PALABRA DE DIOS

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos. Han oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo les digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será pro- cesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.

Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras van todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Mt 5, 20-26

REFLEXIÓN BREVE

Qué fácil resulta a veces pronunciar la palabra “perdón”, o la tan manida frase “hay que perdonar 70 veces 70”. Soy palabras pode- rosas, que suenan muy bien, y que muchas veces las decimos muy a la ligera.

Hoy, en este evangelio, Jesús nos habla muy claro, y en todo el texto, repite la misma idea en numerosas ocasiones, para dejar claro que es lo importante: Perdonar de corazón.

Jesús nos pide que seamos auténticos siempre. En el día a día, es el momento en el que tenemos que demostrar si verdaderamente nos creemos estas palabras. Si en nuestro trabajo, tenemos a una compañera que me está haciendo la vida más difícil, en ese momento

¿De dónde saco yo fuerzas para continuar? Jesús me dice que tengo que perdonar ¿Qué me mueve a mí a perdonar? ¿me resulta fácil?

El perdón, especialmente en este tiempo litúrgico, es una práctica que debemos realizar frecuentemente y sobre todo con humildad. Un perdón que le pedimos a Dios, por nuestras debilidades e infidelidades. Un perdón que pedimos a aquellos con los que no hemos sido correctos. Un perdón, para vivir mejor y como hermanos es nuestra casa común.

ORACIÓN

Salmo 32: Dichoso el perdonado

Dichosos los que son perdonados, a quienes el pecado ya no pesa. Dichoso el corazón que está limpio,

y en cuya alma no hay doblez ni engaño.

Cuando callaba, mi alma sufría, mis fuerzas se agotaban como al calor del verano.

Pero confesé mis faltas, Señor, y Tú borraste toda mi culpa.

Tú eres mi refugio, mi esperanza, me cuidas y llenas de cantos de salvación. “Caminen en mis sendas”, nos dices, “No sean necios, sigan mi enseñanza”.

Alégrense en el Señor, justos y fieles, canten de gozo, corazones rectos.

Su amor rodea a los que en Él confían, su gracia nos sostiene para siempre.

ENTRA EN TU INTERIOR

Tomamos unos minutos para pararnos y ver de qué necesitamos ser perdonados. Y nos preguntamos:

  • ¿Qué actitud tengo/muestro cuándo alguien me pide que le perdone?

ORACIÓN FINAL

Padre, envía tu Espíritu de amor y perdona mis pecados, purifícame, sáname, restáurame, renuévame con la Sangre Redentora de tu Hijo; ayúdame a tener un corazón como el Suyo, un corazón humilde y generoso capaz de perdonar, arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de carne.