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LEVÁNTATE Y CAMINA POR LOS SENDEROS DE LA VIDA

PALABRA DE DIOS

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Jn 8, 1-11

REFLEXIÓN BREVE

Qué fácil es ver los fallos, las incongruencias, las debilidades en los demás. Jesús nos invita a mirar nuestro interior, a no apartar la mirada de mi realidad, a aceptar lo que hay en mí, mis propias incongruencias…Seguro que cuando realmente soy consciente de mi propia vida empiezo a comprender mejor la realidad de los demás.

Jesús nos invita a mirarnos a nosotros mismos con amabilidad y compasión. No se trata de no ver la realidad interior, es decir nuestros fallos, nuestras limitaciones. Verlo todo con claridad interior nos mueve al cambio, no nos deja enganchados a la rueda de la culpa.

El diálogo de Jesús con la adúltera refleja comprensión, delicadeza, ánimo para el cambio. Quita la carga para poder caminar por el sendero más bello de la recuperación y la búsqueda de nuevos horizontes. Nuestra experiencia humana nos dice que cuando alguien nos da su confianza, nos cuesta más fallarle.

Qué práctica tan bonita de Jesús con esta mujer pecadora. Jesús practica a fondo la compasión: Se da cuenta del dolor, del estado de sufrimiento de esta mujer, empatiza con ella y da un paso más, ofrece su ayuda en forma de aceptación, de liberación del sufrimiento. Cuando sentimos esta compasión auténtica, cuando nos damos tiempo para conectar con nuestra realidad interior y valorar los gestos de aceptación y el bálsamo de la curación, nos es más fácil levantarnos y caminar por senderos de vida.

ORACIÓN

“Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”

Señor, enséñame a elegir bien:

A amar con valentía o a retirarme en mi concha; a actuar con esperanza o a hundirme en la desesperación; a ser amable con los demás o a volver la espalda con amargura; a escuchar a los demás o a cerrar mi corazón; a hablar en favor de la gente o a callarme ante la injusticia; a asumir responsabilidades de servicio o a refugiarme en mi comodidad; a cuidar el planeta o sumarme a su destrucción; a orar para tener una comprensión profunda o a fiarme de mí; a compartir las cargas o cerrarme en mí mismo; a darme cuenta de la luz o a desesperarme por la oscuridad.

Mi vida está llena de decisiones que pueden encender otra vela.

ENTRA EN TU INTERIOR

Desde el silencio, en contacto con tu respiración, conectado a tu corazón, observa cómo miras a los demás. ¿Eres crítico, duro en tus juicios? ¿Eres consciente de ti mismo y sientes tus propias debilidades? ¿Sabes observarte con comprensión, con afecto a ti mismo? ¿Te pesa más la culpa que el mirar hacia el futuro con positividad? Tratamos muchas veces a los demás como nos tratamos a nosotros mismos.

Dios siempre nos abraza. Está en nosotros aceptar ese abrazo y mirarnos y mirar a los demás desde la confianza, sabiéndonos seres que proyectan luz en el camino.

ORACIÓN FINAL

Enséñame, Señor, a ser compasivo, a mirarme y a mirar a los demás con comprensión, a dejarme iluminar por tu mirada. Por las grietas de mi fragilidad entra la luz. Reconozco que necesito tu perdón y te pido la fuerza para andar el camino con confianza, no solo, sino unido a tantas personas con las que me relaciono y a tantas que encuentro en la senda de la vida.