Al igual que María, podemos cultivar una actitud de gratitud y alabanza a Dios en nuestras vidas. Reconocer las bendiciones que recibimos día a día y expresar nuestra gratitud por ellas nos ayuda a mantenernos centrados en la bondad y la generosidad de Dios en nuestras vidas.
El demonio en el patio
Sueño tenido en enero de 1872.
Durante la enfermedad que padecí en el colegio de Varazze en enero, una noche apenas me quedé dormido empecé a soñarme que estaba en el patio y que allí me encontraba con un individuo que tenía un cuaderno en sus manos. En ese cuaderno estaban escritos todos los nombres de los alumnos y él miraba a cada uno y le escribía algo frente a su nombre.
Me propuse averiguar qué era lo que allí escribía y traté de acercarme, pero él se alejaba de mi y tenía que emplear yo bastante velocidad parea permanecer cerca. Al fin logré observar qué era lo que allí escribía.
Vi que en una página frente al nombre de un alumno pintaba un cerdo y escribía: “Como los animales, solo le interesa lo del cuerpo; se ha hecho semejante a ellos”.
Frente al nombre de otro alumno puntó una lengua afilada como un cuchillo y escribió aquella frase de la Carta de San Pablo a los Romanos: “Murmuradores, chismosos, inventores de lo que no les consta, ultrajadores; a quienes Dios declara dignos de muerte, y no solo a ellos, sino a los que aprueban lo malo que aquellos hacen” (Rom. 1,30).
Frente a otros pintaba dos orejas de burro y escribía aquellas palabras de la Sagrada Escritura: “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.
Yo miré con atención a aquel tipo y vi que tenía dos orejas muy largas y que sus ojos parecían que echaban sangre y fuego y que tenía el rostro como si fuera de candela.
Luego sonó la campana para ir a la Iglesia y todos los alumnos se dirigieron hacia allá y también aquel tipo que los seguía mirándolos fijamente. Empezó la Santa Misa y los jóvenes la seguían con mucha devoción y al llegar al momento de la elevación los jóvenes miraron con gran devoción a la hostia y el cáliz consagrados y rezaron el bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar.
En ese momento hubo un gran estruendo y el individuo aquel desapareció entre llamas y humo y dejando convertidos en ceniza los papeles de aquel cuaderno en el cual había anotado lo que iba a hacer cometer a cada uno.
Yo le di gracias a Nuestro Señor porque se había dignado vencer y alejar a aquel demonio y me di cuenta de que el asistir a la Santa Misa hace fracasar muchos planes que el diablo tiene contra nosotros, y que el momento de la elevación es terrible para el enemigo de nuestras almas.
Pensemos que el enemigo del alma tiene bien anotado todo lo que quiere hacernos decir y hacer para perdernos. Algunos desearán saber qué vi escrito frente a su nombre. Pueden pasar en estos días a preguntarme y trataré de recordarle a cada uno lo suyo.